jueves, 4 de octubre de 2007

Descanse en paz

Los que me conocen y me sufren, saben de mi pasión, casi enfermiza por la radio. Esta afición nació de la necesidad de combatir el insomnio que me acompaña desde los 14 o 15 años. Si busco entre mis recuerdos siempre me veo intentando conciliar el sueño con la radio puesta. Y digo puesta, porque llevo un auricular como un apéndice de mi cuerpo, como una extrmidad más. En aquella época escuchaba la antigua Antrena 3 Radio. En esta emisora me acompañaban Aberasturi, Gomaespuma, Carlos Pumares con "Polvo de estrellas", José Mª García, JoséLuis Balbín, José Ramón Pardo con su voz relajante pinchando música en las noches...
Más tarde cuando Unión Radio se hizo cargo de A3 y la Cadena Ser descubrí esta última emisora. Yo ya empezaba a tener conciencia política y descubrí una radio que a mi manera de ver y siendo muy subjetivo creo era la más objetiva (eso y que soy un poco "rojo").

En la Ser he descubierto una emisora tolerante, si acritud a la hora de dar noticias y opiniones. Al principio me enganchó "El Larguero" con José R. de La Morena, Michael Robinson y Paquito González. Luego uno a uno iba escuchando todos los programas, "La Ventana", primero con Javier Sardá y el Sr. Casamayor y ahora con Gemma Nierga; "Hoy por hoy" con el gran Iñaqui Gabilondo; y ya por último me enganchó una voz que se ecuchaba detrás de un gong a las 20:00 horas. Era la voz de Carlos Llamas con su "Hora 25". Podría decir muchas cosas pero ninguna sería tan acertada como lo que dice hoy en su blog Juan Cruz. Con estas palabras les dejo, diciendo:
Carlos Llamas descanse en paz un grandísimo profesional del periodismo radiofónico.

Banot Mito



Carlos
Carlos Llamas ha muerto; lo acaba de decir Carles Francino en la radio, llorando, y ese llanto ha llegado a las gargantas de todos los que le quisimos, los que esperábamos su voz para ordenar el mundo. Estaba muy enfermo, regresó después de nueve meses terribles, se puso de nuevo ante el micrófono, pero la enfermedad volvió como una mano maldita. Entonces hablé con él, publiqué en el periódico una entrevista que le hice por teléfono cuando se iba a reincorporar; me dio mucha emoción saber de él de nuevo, y compartí con cientos de miles de oyentes la alegría de escucharle otra vez. Fue un gran profesional, le recuerdo en Radio El País, cuando los dos éramos jóvenes; era un hombre ensimismado y tranquilo, tenía ese aire de gitano moreno que mira las cosas de frente pero con una ironía cabal. Tenía una voz impresionante, que subrayaba con energía y con calma las noticias importantes para darles una fuerza interior que era la fuerza interior del alma que ponía en ello. Hora 25 fue, en su voz y en su manera de afrontar la información, un programa de radio y mucho más: era una guía para comprender lo que sucedía. Escucharle era saber mejor, entender mucho mejor lo que se sabía sólo en la superficie. Ahora, cuando he comunicado la noticia a un amigo, éste me respondió: "Se van los mejores, sigue mucha basura". Se van los mejores, se va Carlos Llamas, queda su ejemplo, su emoción y su alegría, su coña marinera y sus interrogantes, su modo mayéutico de abordar las preguntas. Era un Fernando Fernán Gómez de la radio, capaz de convertir una pregunta simple en un comentario complejísimo. Hace unos meses, en la isla de Lobos, mientras hacía un reportaje, una señora me preguntçó por Llamas. Cómo está. Le mentí. Le dije que volvería y otra vez le ayudaría, a ella y a todos, a ordenar el mundo. El domingo último una amiga le fue a ver, y me explicó en qué dolor se había convertido esta última parte de su vida. La ilusión con la que adornó su vuelta se había difuminado detrás de la maldita enfermedad que ahora al fin ha obtenido su tremenda, fatal victoria. Francino ha llorado ante el micrófono; algunos amigos a los que he llamado para confortar su dolor con mi propio dolor han llorado también. La vida sigue, pero ya será menos ordenada, Carlos le ponía sensatez a la rabia, y su voz nos calmó a muchos porque él buscó siempre el tono adecuado para contar los dramas y las alegrías. Su temple se va con él; me gustaría tenerlo para poder afrontar tantos dolores y este dolor.

Por Juan Cruz.

No hay comentarios:


"Debo leer en el mar la lección de lo inmenso y renombrar el color que la vida me enseña debo saber respirar un oxígeno fresco y regresar a ese sol que contigo me espera"

Silvio Rodríguez